Con Spoilers: Abzû

Talasofobia: Miedo intenso hacia el océano.

En “Abzû” despertamos igual que lo hacíamos en “Journey”, en una basta inmensidad que esta vez está formada por agua en vez de arena y en la que las explicaciones que se nos dan son (casi) nulas.

[dropcap]D[/dropcap]esarrollado por Giant Squid, es el propio Matt Nava, su fundador y director de arte de “Flower” y “Journey”, el que no veía problema en comparar ambas obras definiendo “Abzû” como “una especie de Journey bajo el agua”. Como reclamo publicitario suena bastante bien.

No tengo un cuadro clínico de talasofobia diagnosticado, pero sí sentido común como para que me aterre la idea de estar yo solo flotando en el océano con kilómetros y kilómetros de agua bajo mis pies y a saber qué más cosas, e incluso me inquieto un poco cuando veo algunas imágenes como las que aparecen al buscar talasofobia en Google, por eso tengo que reconocerle cierto mérito a “Abzû” en conseguir llevarme de un lado a otro.

Matt Nava te suelta en medio de un océano precioso con una explicación parca en detalles: “pulsa el gatillo trasero derecho para sumergirte”, “pulsa A para acelerar”, “mantén pulsado el gatillo trasero izquierdo para montar”. Somos seres terrestres, no estamos cómodos en el agua, incluso odiamos los niveles de agua dentro de los videojuegos, así que esa explicación sin mucho detalle sobre cómo movernos no me parece algo necesariamente grave, ni siquiera un fallo, pese a estar yo mismo haciéndolo mal durante medio juego. Estaba incómodo en el agua, tenía un fondo marino precioso ante mi que sin embargo no podía explorar a gusto porque mis movimientos eran lentos y torpes, y repito: No me parece mal, dependía de mí adaptarme a ese medio y gracias a que la explicación del título no había sido demasiado descriptiva estaba aprendiendo yo solo a nadar.

Hay algo de magia en esa forma de aprender dentro de “Abzû” y en el recorrido que hace, cada vez más profundo. Descender hacia las profundidades abisales debería ser aterrador en un medio en el que moverse es incómodo y rodeado de criaturas cada vez más extrañas y gigantescas, y sin embargo todo es tranquilo, bonito y sereno, conforme vamos profundizando más y más el control que tenemos dentro del agua es más preciso hasta llegar a un punto en el que parece que nuestro avatar vuela en lugar de nadar, la exploración por el fondo marino acompañada de piezas musicales preciosas se convierte en algo muy disfrutable que deja grabadas en la memoria estampas memorables por su belleza. Aprender a nadar en “Abzû” es adaptarse a unas circunstancias que presentadas de otra forma provocarían como mínimo algo de ansiedad (obviamente hablo de mi caso concreto), pero consigue que apetezca perderse en ese océano inmenso mientras jugueteas con el resto de animales que te acompañan en un viaje parecido a la coreografía de un ballet.

“Abzû” parece no tener un mensaje tan trascendente como el de “Journey” y las comparaciones, propiciadas por el propio Matt Nava, no le ayudan, pero a veces no es necesario ese mensaje para disfrutar de una obra, a veces simplemente basta con poder perderse en paisajes hermosos como los de “Abzû”, capaz de convertir lo bonito en terapia contra la talasofobia y argumento para para cuidar el planeta.