Dark Souls 3: La ciudad anillada – Análisis

Más tonos para el arcoíris de lo lúgubre

[dropcap]C[/dropcap]uesta mucho decir adiós, mucho más despedirte de alguien que guardas en alta estima o de algo que consideras que ha merecido la pena, puede que incluso de alguno de esos apartados que han podido cambiar tu vida de alguna manera. El último DLC de Dark Souls 3, llamado «La Ciudad Anillada» cumple justamente esa labor. Un «adiós» que podríamos considerar «hasta siempre».

Durante esta nueva aventura, de una duración de entre 3 a 6 horas, dependiendo de nuestra habilidad en la confrontación mecánica en la saga de los Souls, podremos disfrutar de lo último de From Software, un canto a lo que en sí es la oda de los cazadores de almas, de los caballeros de la llama, de todos los que han mantenido con vida el fuego y de todos los que nos han consumido en la más intensa oscuridad.

En cuanto al contenido, podemos evaluarlo como una experiencia continuista, que viene a definir muchos de los cabos sueltos que se quedaron en la historia de la ceniza. Historias que no nos esperábamos hasta ver el tráiler del contenido descargable y algunos otros enemigos que si deseábamos cortar con nuestras espadas. Un DLC que viene a dar las ultimas pinceladas históricas a esta triste batalla épica donde los señores pueden ser cobardes y los rufianes pueden albergar un corazón lleno de esperanzas. En cuanto a todo lo que podremos saber y aprender entre sus muros hablar de que la mayoría del Lore oculto entre los mismos todavía no se ha descubierto al completo, una tarea que se nos encomienda a todos como ya es tradición dentro de las obras de los de Miyazaki.

Enemigos abundantes, aunque con dificultad atípica

Los enemigos se valoran en muchas zonas más por su cantidad que por su dificultad mecánica, en algunos segmentos del juego, inclusive tendremos a «invocadores» que poblarán la zona de enemigos invulnerables a los que solo podremos esquivar. Los boses cumplen con su función y son un apartado destacado dentro del propio DLC, dándonos momentos épicos y verdaderamente memorables.

Si hablásemos de los entornos, también tendríamos que hablar de diseños de niveles continuistas pero no podríamos negar la mención de similitudes arquitectónicas de la ciudad anillada con las vistas en las culturas mozárabes,. Unos paisajes y escenarios que embellecen la tragedia y que dan una paleta de colores nuevos a una historia que podría ser llamada como el arcoíris de lo lúgubre, todo un acierto. Tenemos unos entornos que más que jugados con calma y cautela, se viven con emoción y dinamismo, haciendo correr al jugador en numerosas ocasiones y exigiéndole una velocidad de respuesta certera a problemas que pueden definir la muerte del mismo en escasos segundos. Un diseño mucho menos tétrico pero si mucho más reactivo.

Conclusión:

Mucho se ha hablado y mucho más se hablará de este broche de oro con el que se cierra Dark Souls 3, un final que a muchos nos sentará mal, no por malo, zafio o insulso, sino porque siempre cuesta despedirnos de aquello que nos gusta, aquellas historias donde pasamos nuestras horas, nuestros descubrimientos y nuestros sufrimientos. Un final que siempre recordaremos con sus victorias y sus derrotas, un final donde siempre luchamos y que vivirá en nuestros corazones puesto que la historia de Dark Souls jamás se convertirá en cenizas.