¿Te imaginas un mundo sin sonido? ¿Un mundo en el que no se oiga absolutamente nada?, ¿sin ruido alguno? Sería recortarnos parte de la esencia de la vida.
Y ahora conecta tus oídos pero elimina cualquier rastro musical; desde una orquesta en un anfiteatro hasta unos básicos golpeos acompasados sobre una madera. ¡Sería incomprensible! La música ha acompañado al ser humano desde el principio de los tiempos.
[dropcap]E[/dropcap]xcluyendo la primera videoconsola doméstica: Magnavox Odyssey, que no emitía ningún sonido, salvo el golpeteo de los dados que venían en la caja al lanzarlos sobre una superficie (nótese la ironía), todas las videoconsolas posteriores producían algún tipo de efecto, para ir evolucionando con los años y ofrecer sonidos chiptunes sintetizados por los chips de sonidos de las propias consolas, llegando a brindar posteriormente fascinantes bandas sonoras interpretadas por mismísimas orquestas. De hecho, a día de hoy la música para videojuegos ha adquirido tanto protagonismo que se ha convertido en algo indispensable, tanto o más que un buen apartado técnico, una profunda ambientación o una historia que contar. Porque sin la música poco importa lo demás.Al igual que en el cine, en la industria del videojuego la música se convierte en imprescindible ante cualquier género o estilo. Unas patadas en el Street Fighter al ritmo de un intenso punteo de guitarra. Esos espadazos de Dante en Devil may Cry al compás de una melodía de carácter gótico producida por un órgano. Recorridos por páramos con los montaraces coros de fondo en The Witcher 3. Unos saltos plataformeros acompañados de unas melodías pegadizas y joviales en Super Mario. O los altibajos de notas, en ocasiones con momentos ligeros que nos invitan a la investigación y en otros con un ritmo más vehemente, transmitiendo ese toque de adrenalina que nos ofrece el mordaz aventurero Drake en los Uncharted.
Si suprimiéramos la música, se convertirían en obras apáticas y sosas, experiencias videolúdicas capadas. Una persecución en coche sin unas notas que la acompañen, o una escena que recree un lapso de exploración o deambulación por un paraje desértico sin una melodía de fondo que represente ese momento, restaría esa emotividad que transfiere la música en cualquier situación, y la cual hace sentir al jugador partícipe de esos instantes, de esa aventura o de esos acontecimientos que está viviendo en un mundo virtual.
Instalándose en nuestro recuerdo
La música es un lenguaje, una expresión artística que nos acompaña a lo largo de toda la vida. De hecho, durante la misma, hemos vivido momentos en el que sonaba aquella singular melodía que al escucharla con el tiempo nos ha hecho recordar ese momento vivido en el pasado: un primer beso, la boda de nuestro mejor amigo, aquel verano en la costa, la derrota en una competición, esas reuniones con viejos colegas, la pérdida de alguien al que estimábamos… En un rinconcito de la cabeza están guardadas todas esas melodías que creímos haber olvidado algún día, pero que resurgen en nuestra memoria al volverlas a escuchar en un lugar y momento determinados. Con las melodías en los videojuegos ocurre lo mismo.
En muchas ocasiones recordamos un juego o una escena concreta del mismo gracias a su música, porque en ese instante en el que jugábamos con él respirando situaciones límites y viviendo emociones de diferente índole, esa misma música que sonaba nos ayudó a adentrarnos más hondamente en la historia, viviéndola más intensamente, y por lo tanto, permaneciendo ese juego en nuestro recuerdo como una gran obra y una aventura que ya jamás íbamos a olvidar. Y cuando creemos haberla olvidado con el paso del irrefutable tiempo, en cualquier momento inesperado esa melodía suena nuevamente y hace encender el interruptor que llevamos instalado en nuestro cerebro.
Composición en los videojuegos
Un jugador como tal sabe que la música es esencial en cualquier obra que decida jugar, al igual que un programador sabe que es imprescindible que la obra que ha creado esté acompañada de una buena banda sonora. Sin ella, el juego no tendría alma. Sería como jugar al futbol sin pelota.
Y el programador lo sabe mejor que nadie. Sabe que su obra necesita de una música acorde con su contenido. En los momentos que está creando secuencias concretas del juego en torno a su historia o plasmando acciones y situaciones específicas, sabe que el juego le pide un tipo de música y sonidos ambientales concretos que aporten fuerza a la narrativa, de hecho, mientras está recreando un acontecimiento o un personaje concreto, le ronda en la cabeza esa melodía determinada que pide el juego, porque cada personaje, dependiendo de su personalidad y carácter denota un tipo u otro de melodía. Por ello se necesita en la creación de un videojuego de un compositor capaz de crear numerosas pistas de sonido que recreen las diferentes situaciones que se manifiesten durante el mismo.
Llegando a este punto, podríamos hablar de Patrick de Arteaga. Artista de nuestro país que no ha dejado indiferente a nadie que haya trabajado con él. Este compositor musical tiene a sus espaldas varios años de experiencia en el sector. Siendo amante de la música y los videojuegos sabe a la perfección lo que estos piden en todo momento, dando un amplio abanico de bellas melodías a todos los proyectos en los que trabaja.
Porque una cosa debes de tener clara: “Si la música da vida, la vida te da juego… pero con música”.