Ministry of Broadcast – Análisis Nintendo Switch

Ministry of Broadcast

Todo está a este lado del muro

Si os digo 1984 igual algunos sepáis de qué vamos a hablar hoy. Para otros, será cuando diga Gran Hermano cuando se despejen todas las dudas.

Ministry of Broadcast simula un mundo totalmente controlado por las cámaras donde contentar al público es lo que importa. Así llevan a los participantes a situaciones que sobrepasan todo límite generando verdaderos conflictos éticos.

Plataformeo en scroll lateral que nos traslada a una realidad alternativa de la que solo queremos huir. Puzles sencillos pero que nos harán detenernos en esta aventura de lo más extraña. Un muro que nos mantiene alejados de lo que más queremos. Así es Ministry of Broadcast.

Distopía no tan ficticia

[dropcap]N[/dropcap]os situamos en un mundo controlado por un régimen totalitario. Un muro separa las dos realidades y, penosamente, estamos en el lado incorrecto. Nuestro protagonista sin nombre participa en un reality show para, con suerte, conseguir el tan ansiado premio: cruzar el muro. Como único divertimento en este horrible régimen es la realización de un show televisivo donde una serie de personas luchan por sobrevivir.

Todo, absolutamente todo, se graba. Cada uno de nuestros pasos está controlado y guiado para que alcancemos lo que ellos decidan.

La situación que se nos plantea es avanzar cueste lo que cueste para conseguir cruzar el muro y reunirnos con nuestra familia. Es lo único que nuestro personaje quiere y para ello deberá cometer actos atroces.

El programa divide a los jugadores en dos roles: civiles o policías e irán rotando. No obstante, nuestro querido pelirrojo está en medio, sin un rol definido avanzando sin saber qué está haciendo.

Píxel ART

Es curioso ver como da igual el tiempo que pase y los avances que haya a nivel gráfico que si se nos pone delante un juego con un buen apartado artístico, da igual que sea en píxel.

Así es en esta ocasión. Ministry of Broadcast tiene un apartado visual genuino. Los entornos están cuidados igual que los personajes. Aunque las animaciones sí que pueden parecernos toscas especialmente al principio, pero acabamos por hacernos a ellas y es que lo demás está tan bien hecho, que nos olvidamos por completo.

A un genial apartado estético le acompaña una maravillosa BSO que hace que te metas por completo en el programa. Ritmos frenéticos o de lo más angustiosos que dan paso a tonalidades más frías y relajantes. Del todo a la nada en apenas segundos. Simplemente magistral.

Puzles, cámara y acción

Como si de un Scape Room se tratase, debemos resolver toda una serie de puzles para seguir avanzando.

El juego se divide en diferentes Arenas por las que avanzaremos de manera lateral superando diversos obstáculos.

A pesar de que no tienen una dificultad muy elevada, en la mayoría de los casos debemos recurrir al ensayo error para superarlas haciendo que el juego se alargue de manera innecesariamente pesada.

Según superemos Arenas, los puzles crecerán en número y dificultad, empujandonos a llevar a cabo ciertas acciones éticamente reprochables. El juego llega a ser realmente cruel y es que no solo sufrimos vejaciones de todo tipo como insultos y la obligación de ir descalzos, también usamos a los demás participantes a nuestro antojo.

Lejos de sufrir algún tipo de castigo por ello, veremos que nuestras horribles acciones apenas tienen repercusión y quedan igualadas a comer o dormir. Matar a otras personas se convierte en algo necesario y sin consecuencias.

Completa inmersión

Una de las cosas que más me llamó la atención de este título es la facilidad con la que rompen la cuarta pared. Son constantes los comentarios haciendo referencia a los diálogos, el texto, el jugador, los controles… Una retahíla de datos que complementan la inmersión. Una curiosa forma de dotar de humor un juego con un trasfondo realmente terrible.

Por otro lado, cosas como que el personaje no tenga nombre o todos los detallitos que no quiero desvelar, hacen de este un juego realmente recomendable.

En su apartado negativo destacaría dos cosas: lo primero es que cuando damos a “start” el tiempo que debe transcurrir a continuación con una lentísima animación hasta que podemos jugar es eterno; lo segundo son los interminables y lentos diálogos. A pesar de que el juego cuenta con la opción de saltarlos, para quien quiera enterarse un poco de la historia, se harán eternos.

Además, yo sufrí un fallo en la versión para Switch y es que en determinados puzles hay zonas con agua en las que nuestro personaje no nada y muere ahogado. Pues bien, a mí no me cargaba el nivel del agua por lo que debía repetir innumerables veces el nivel hasta ver dónde estaba el agua.

Demasiado intenso

El gran problema del juego reside sin duda alguna en la manera de alargarlo y es que será, en muchas ocasiones, a través del ensayo error como consigamos avanzar.

Los controles son sencillos, pero hay que saber manejarlos puesto que no es una respuesta automática por parte del personaje y habrá muchos momentos en los que la sincronización juegue en nuestra contra.

A pesar de eso, es un juego que en unas 4-5 horas habremos terminado por lo que, si bien al principio se nos puede hacer pesado, acabará por parecernos cortísimo.

Es impresionante como siendo tan sencillo a primera vista, termina por atraparnos por completo y consigue que, sin darnos cuenta, acabemos jugando sin parar.

Para darle un poco más de vidilla, hay una serie de coleccionables escondidos por el mapa que seguramente no consigamos en nuestra primera vuelta.

Conclusiones

Sin duda alguna Ministry of Broadcast es de esos juegos que a simple vista pasa desapercibido pero que cuando le das una oportunidad no defrauda.

Una historia muy buena remata un conjunto cuidado y trabajado donde se ve que los pequeños estudios vienen cada vez más fuertes.

Ministry of Broadcast es altamente recomendable para todos aquellos fans de las plataformas y en general de todo el que quiera disfrutar de un buen juego.

Esperemos que pronto este equipo nos deleite con algo del mismo nivel o incluso mejor terminando de pulir los fallos que todavía quedan.

Nota 8,5/10