Una aventura que resulta familiar pero que sabe encontrar el camino hacia la identidad propia.
Tunic es uno de esos videojuegos independientes que recuerdas con el tiempo, y que despierta carisma y cariño por la historia del medio. Un único desarrollador ha conseguido crear una obra de artesanía que no deja de sorprender con multitud de detalles mecánicos, de diseño y con su manera de afrontar el avance en el juego.Sus influencias son más que evidentes. Es fácil que a lo largo de la aventura nos vengan a la mente juegos como The Legend of Zelda: A Link to the Past, pero se diferencia lo suficiente como para tener entidad propia y no sentir que estás jugando a más de lo mismo.
No obstante, el desarrollo no ha sido fácil. Se anunció en 2015 por el diseñador canadiense Andrew Shouldice, que quería probar suerte en el desarrollo independiente tras adquirir experiencia en otro estudio. Originalmente se llamaba Secret Legend, y el equipo de ID@Xbox se interesó por él dada su propuesta profunda en puzles, repleta de capas, secretos y mucha magia.
Perderse es una mecánica. Secretos y más secretos.
Cuando empecé la aventura en Tunic la sensación de confusión era constante. El juego te explica lo justo de manera deliberada, y ahí recae uno de sus principales pilares: el aprendizaje por descubrimiento. La primera impresión es chocante porque estamos acostumbrados a tener explicaciones de todo e indicaciones de todos los colores y Tunic quiere prescindir de todo eso y ofrecer una experiencia muy personal y diferente para cada jugador.
Un ejemplo que sirve para darnos cuenta de como está estructurado es el hecho de que no tenemos manual de instrucciones inicialmente, sino que las páginas del manual están dispersas por el mundo y uno de nuestros objetivos es encontrarlas. Eso hace que se den situaciones curiosas como tener una mecánica desde el principio pero no saber que existe hasta que encontramos la página que nos lo explica. El manual de instrucciones, por cierto, está diseñado con mucho mimo y cariño recordando a los manuales clásicos llenos de dibujos, referencias e indicaciones.
Esa sensación de desconcierto se acentúa con el idioma propio del juego. La mayoría de indicaciones estarán en un lenguaje desconocido para nosotros, y nos deberán bastar las pequeñas pistas en nuestro idioma (también español) para descifrar como afrontar y entender el juego. Por ello pero no solo por ello, es un juego de dificultad elevada que contrasta con ese estilo visual tan bonito y amigable.
Tunic quiere que aprendas a jugar y aceptar sus reglas para apreciarlo y disfrutarlo. Pero ese aprendizaje merece la pena, raro será no esbozar una sonrisa sincera constantemente ante la multitud de nuevas mecánicas y secretos que iremos encontrando.
Un diseño de niveles sobresaliente
Al principio del análisis comentaba que se notaban sus influencias, pero a medida que avanzas en Tunic te das cuenta de que sus similitudes con la saga Zelda no son tantas. La complejidad en el diseño de escenarios es realmente sorprendente, con muchas capas y mucha verticalidad, así como un backtracking excelentemente llevado.
Sin embargo, en Tunic es tan importante encontrar los secretos escondidos en el escenario que te obliga a comprobar hasta el último rincón por si hay algún hueco invisible por la perspectiva de la cámara. La vista isométrica invariable durante todo el juego está diseñada para jugar con tus ojos.
Por suerte ese elemento discordante se ve tapado por una progresión muy divertida y satisfactoria. Es cierto que ya desde el inicio se controla más que bien, con un sistema de combate en tiempo real en el que el posicionamiento y el cálculo de la caja de impacto son fundamentales para sobrevivir. Pronto encontraremos nuestra espada, un escudo y un cetro de magia, pero esto solo será el inicio. Constantemente iremos encontrando multitud de habilidades y objetos, que inicialmente no sabremos para qué sirven hasta que los probemos. Esa es la experimentación Tunic.
Mecánicas familiares y duración perfecta
La mención obligatoria a Zelda ya ha aparecido en este análisis, pero hay otra gran influencia que no esperábamos y que nos ha sorprendido: From Software. Y no hablo de la dificultad, que como decía antes es un juego difícil y exigente, sino en varias mecánicas que nos pueden resultar similares. El aprendizaje necesario del patrón de ataque de los jefes y enemigos, la presencia de una barra de vida y otra de estamina -que en este caso solo se gasta con las esquivas- por mencionar algunas. Además cada baja tiene una penalización en forma de pérdida de dinero y objetos, que nos obligará a ir al lugar de la muerte a recuperarlo. Unas 15-25h es la duración estimada que nos puede durar la aventura, que dependerá de la habilidad de cada jugador y la cantidad de secretos ocultos que queramos encontrar. La duración es perfecta, no le sobran horas y tampoco le faltan.
El fantástico apartado visual está acompañado de una banda sonora igual de bien llevada, con temas relajantes durante la exploración, y con temas épicos y de tensión cuando la acción lo requiere.
Conclusión
Tunic ha cumplido e incluso superado las expectativas que teníamos depositadas en él. Desde los primeros vídeos había conseguido llamar la atención por su precioso y colorido apartado visual, pero esa es solo una de las tantas grandezas del título. Una aventura de acción, puzles y exploración con personalidad propia que nos sorprende a cada paso que damos con nuevos secretos y nuevas mecánicas. Se siente fantástico a los mandos gracias a su jugabilidad pulida y divertida junto a su diseño de niveles soberbio. Su elevada dificultad es lo que puede echar atrás a más de uno, pero es extremadamente satisfactorio. Han sido muchos años de espera, pero ha merecido la pena.
9
*De acuerdo con nuestra política, informamos a nuestros lectores que este título ha sido jugado gracias al envío de una copia de prensa por parte de ICO Partners.