[dropcap]E[/dropcap]s indiscutible que los juegos independientes se han hecho un hueco en el mercado en la última década. Actualmente muchas personas ignoran que algunos de los títulos más populares y jugados son procedentes de estudios independientes, como es el caso de gigantes como Minecraft o Angry Birds, que incluso cuentan con adaptaciones al cine, y uno hasta tiene su propia serie de televisión. Pero, ¿como pasa un proyecto de ser un sueño en un estudio pequeño, a un icono de la cultura pop?
Son diversos los factores que hacen que un título ‘indie’ pueda codearse con los grandes nombres de la industria, pero los podemos dividir en dos: Los creadores, y el dinero. Lo primordial es la relación entre los creadores del producto y su público, mucho más íntima que la existente entre los clientes y las grandes empresas. Es común que los creadores de los juegos sean muy activos en las redes sociales y estén siempre muy atentos a la opinión de los fans. De igual manera, es más fácil hacerles llegar un elogio o hacer una broma que enviarles una crítica negativa, a la que pondrán remedio lo antes posible. Es el caso del éxito felino ‘The Purring Quest’, del estudio murciano ‘Valhala Cats’. “En los comentarios de la plataforma Steam, los jugadores me avisaron de un problema con los controles del juego que les estaba molestando mucho” -nos cuenta José Ginés Picón, creador del título. “Lo vi, lancé un parche que lo arreglaba, y desde entonces todos los comentarios han sido positivas.”
Esa relación cercana entre los creativos y su público también tiene efecto en el último. Por conocer más de cerca a las personas que han dado vida al título, los jugadores están más dispuestos a formar parte del proyecto de la mejor manera posible. Se forman comunidades y grupos en Internet, y los propios estudios animan a la gente a que envíe dibujos, parodias, análisis, y todo tipo de contenido. Es un tipo de libertad imposible de alcanzar por las grandes marcas, y de la que los estudios independientes saben muy bien cómo aprovecharse. “Animamos a todos a que hagan reviews o graben vídeos jugando a nuestro nuevo trabajo, ‘Chroma Squad’. Queremos que la gente se divierta con él, y que nos lo enseñe.» -decía Saulo Camarotti, director del estudio indie brasileño ‘Behold Studios’. Y eso es exactamente lo que hacen los jugadores. El boca a boca es el principal anunciante de los indie, que se ha visto amplificado con la llegada de las redes sociales de final de la década pasada. Hacer que un juego se haga ‘viral’ es un camino seguro hacia el éxito comercial, y si un título cae en la gracia de algún blog o personalidad de Internet, pronto se habrá convertido en moda. Una vez que se haya dado a conocer, el esmero con el que suelen estar hechos los juegos asegura la complacencia del jugador.
Esa no es la única libertad con la que cuentan los estudios independientes. Juegos menores implican un menor presupuesto, pero también un menor índice de riesgo. Es más común ver ideas algo más arriesgadas o títulos más ‘nicho’ en este género que en cualquier otro. Por esa razón, algunos de los juegos más alocados de los últimos años han salido de estudios independientes. Son la única puerta de salida para éxitos improbables como fueron ‘I am Bread’, un simulador de rebanada de pan que debe convertirse en tostada, o el RPG retro ‘Undertale’.
El presupuesto reducido juega a favor de los juegos independientes de muchas más formas. El que un juego independiente no sea fácil de lanzar es algo que lo saben los jugadores. Muchas veces los estudios pasan por muchas dificultades hasta lanzar su título, sin saber si recuperarán la inversión o no, e incluso acuden a plataformas de financiamiento colectivo como Kickstarter. Eso transmite aún más seguridad a los jugadores: La gente que compra un juego independiente suele saber la historia que tiene. Lo han acompañado, lo han visto coger forma. Saben que el personal responsable siente auténtica pasión por lo que hace, pues de estar ahí por el dinero, lo contrario lo habrían abandonado hace mucho tiempo. También el precio más reducido de esos juegos (a menudo costando menos de la mitad que un título convencional) ayudan al jugador a dar el paso. Si al final el juego no les gusta tanto, han perdido mucho menos dinero que comprando un AAA.
La creatividad -madre de la tecnología- está siempre siendo utilizada por los estudios independientes. La falta de recursos y de tiempo, sumada al factor nostálgico, hacen que sean muy comunes la estética retro’, tanto en el apartado gráfico y de sonido, como en la jugabilidad y la premisa. Esa estética propia de la era dorada de los videojuegos, atrae a los jugadores de hoy, cuya mayor parte vivió la infancia en los años 80 y 90. Les hace recordar la época en la que jugaban a clásicos como Megaman, Pokémon, Sonic, o el mayor icono de los videojuegos, Mario.
Los estudios independientes transmiten más confianza al comprador. Cuidan más de sus jugadores no sólo dentro de los juegos, también fuera. Es habitual que los compradores reciban premios, acceso a artes conceptuales, salvapantallas, fondos de escritorio, banda sonora, y toda una batería de pequeños mimos que, poco a poco, se van labrando la fidelidad de los jugadores.
Esta es una lección de la que deberían aprender no las grandes empresas, sino los jugadores. Vivimos en una época en la que parece no importar si un juego está poco cuidado, que si tiene un nombre importante en portada, venderá millones de todas formas. Mientras tanto, los pequeños estudios van aprendiendo más y más del mercado y de los jugadores. Descubren lo que les gusta y lo que no, lo que funciona y lo que necesita unos retoques. Esa retroalimentación, que es tan carente en muchas empresas de renombre, es lo que hace posible que un juego desarrollado por un equipo de cinco personas pueda competir -¡y hasta ganar!- a uno que tiene a más de mil empleados por detrás. Es el cuidado, la atención al detalle y al consumidor, con el objetivo no de alcanzar grandes cifras de venta, sino de establecer una base fiel al producto, y al estudio en sí. Es una actitud sorprendentemente poco común de parte de los mayores estudios, y que poco a poco se irá actualizando. Recientemente vimos el caso del estudio polaco Projekt CD Red, que se aseguró de agradecer por medio de una carta a los primeros compradores de su último trabajo por depositar fe y confianza en ‘The Witcher 3: Wild Hunt’, que acabó por convertirse en el Mejor Juego del año 2015.
Los resultados no se hacen esperar: El mismo ‘Undertale’, lanzado en Steam en otoño de 2015, vendió más de 200 mil copias en su primer mes, y actualmente está a punto de pasar del primer millón.
Esa misma confianza mutua resulta ser letal contra la piratería. Los juegos procedentes de estudios independientes sufren mucho menos con la piratería, porque la gente está más dispuesta a pagar poco por un título hecho con cariño. Los estudios suelen tener una actitud mucho más relajada frente a la piratería, aunque la condenen. Por ello, toman medidas diferentes para evitar que ocurra. La mayoría asegura que aunque haya versiones pirata de sus trabajos en Internet, no están actualizadas ni cuentan con los últimos parches y mejoras, por lo que la experiencia de juego será menos satisfactoria: Si lo prueban y les gusta, que lo compren, pues está a un precio bastante asequible. De esa manera, pueden asegurarse de que el estudio tenga los medios para trabajar en una secuela. Al final del año, José Ginés, de Valhala Cats, decidió regalar una clave de acceso a su juego a todo aquél que no tuviera los medios para comprarlo estas navidades. “Sé que son fechas difíciles para muchos españoles, y no me gustaría que nadie se quedara sin poder jugar a The Purring Quest por su condición económica. Si me envían un email contándome que ocurre, yo mismo les haré llegar la clave por email, para que lo puedan bajar”.
Siempre es complicado predecir el futuro, pero el de los juegos independientes se perfila
bastante nítido. Su impacto en la industria se ha notado mucho, y atrás han quedado los días en los que se miraba con cierto desprecio a un título por ser indie. Hoy se han convertido en un subgénero de culto entre muchos fans, y algunos alcanzan un estatus jamás imaginado antes. Se hacen películas y series de animación, merchandising, y algunos llegan a formar parte de franquicias billionarias, como fue el caso de Angry Birds, que cuenta con diversos spin-offs oficiales como el de Star Wars o Transformers.
Hay una cosa clara sobre el futuro de los juegos independientes. Ya han demostrado su valor para la industria, y el público los ha acogido con todo. Ahora, con cada vez más y mejores juegos siendo lanzados, queda por ver cómo será la coexistencia en el mercado de dos elementos tan dispares como los indies y los AAA. Con suerte, aprenderán unos de los otros para mejorar en sus carencias y hacer que el mercado sea cada vez más abierto, generando mayor competición, y por lo tanto, juegos mejores.
*El presente reportaje fue publicado en el número uno de la revista digital PowerUps.