Diarios de Hiboria II.
Extraído de los diarios encontrados a lo largo de toda la geografía de los reinos hiborios, escritos por Spider Jerusalem. Se desconoce el tiempo que tienen.
[dropcap]C [/dropcap]uando volví a despertar lo hice cubierta de arena y en un entorno que no me era familiar. La tormenta debía de haberme arrastrado lejos de donde había sido dejada por mis captores hasta un camino de roca semi enterrado en la arena que continuaba a lo lejos bajo unas estructuras de roca que formaban un puente derruido.
Un trozo de papiro colgaba clavado bajo mi pecho: “En esta cruz cuelga Spider Jerusalem, estigia, condenada a muerte y al exilio por estos crímenes: MUTILACIÓN DE UN GUARDIA, CONDUCTA LASCIVA CON CADÁVERES y TOMAR UN ESCLAVO SIN PERMISO, cualquiera que retire de la cruz este cuerpo, vivo o muerto, será desollado vivo junto con el resto de sus familiares”.
Al menos dos de aquellas acusaciones eran falsas. Inventos de los sacerdotes de Set con los que condenarme de cara a sus fieles. No podían permitirse que estos supieran que mi sentencia a muerte se debía a haber dudado de las enseñanzas de Set abrazando una nueva fe.
Caminé unos pasos por aquella construcción de los hombres hasta que encontré restos humanos junto a un diario: “¡Que los dioses maldigan esta tormenta de arena! Nos vimos obligados a refugiarnos antes de que el viento nos arrancase la piel de la cara. Hay algo en la tormenta. Bestias. Oímos el ruido de sus pezuñas fuera de las ruinas y sus aullidos entremezclados con el rugido del viento. Los hombres están asustados. Les he ordenado que fabriquen armas y antorchas rudimentarias con las piedras sueltas y las ásperas plantas que salpican este lugar. Aún no he conocido ninguna bestia que aprecie el fuego o la mordedura del hacha.”
¿Los había matado la tormenta o las bestias? Al parecer que la tormenta me arrastrase y me enterrase supuso mi salvación. Veo una gran torre a mi derecha y decido moverme en aquella dirección. No está lejos, pero estoy desnuda y agotada. La sed y el hambre pesan demasiado y el camino se me antoja eterno.
Cuando llego lo veo. Junto a la torre que me guiaba se alza una hilera de otras iguales unos cientos de metros a los lados. Al acercarme oigo unos susurros en mi cabeza, una luz de un tono verdoso nace del suelo conectando todas estas atalayas, la misteriosa joya que llevo en mi muñeca vibra ¿No me advirtió mi salvador sobre algo así? Decido no acercarme más y vuelvo por donde he venido. Necesito encontrar agua y alimento pronto si quiero sobrevivir.